El Magníficat, un cántico y oración profundamente arraigado en la tradición católica, se origina en el Evangelio de Lucas. Este conmovedor pasaje reproduce las palabras que María, madre de Jesús, dirige a Dios durante su visita a su prima Isabel, quien llevaba en su seno al futuro Juan el Bautista.
El Magníficat es, sin duda, uno de los pasajes bíblicos más famosos asociados con María, reconocido en el cristianismo como una síntesis del ideario que ella vivió. El cántico comienza con la frase en latín "Magnificat anima mea Dominum" ("Proclama mi alma la grandeza del Señor"), de donde deriva su nombre
Dentro de la Liturgia de las Horas, el Magníficat es el canto evangélico empleado en el rezo de las vísperas, y se convierte en una plegaria recurrente y esencial para los fieles.
La autoría del Magníficat ha sido objeto de debate en el pasado, pero hoy en día se considera que el cántico fue compuesto por María, madre de Jesús. Aunque algunos manuscritos antiguos le atribuyen el cántico a Isabel, los manuscritos griegos lo asignan a María.
Los expertos sugieren que el contenido del cántico refleja la formación religiosa de una joven hebrea inteligente, reflexiva y conocedora de la historia de su pueblo.
El Magníficat se enmarca en el género literario común a los himnos o salmos de acción de gracias. La originalidad radica en la asimilación personal de María de grandes ideas bíblicas, como la misericordia de Dios, su preferencia por los pobres y humildes, su poder, santidad y fidelidad, y las promesas hechas a los patriarcas.
Invocación: tradicionalmente, el Magnificat comienza con la invocación “Mi alma glorifica al Señor”. Esta frase establece la intención de alabar a Dios y centrarse en Él. Recitación: luego, se recitan las palabras del Magnificat tal como se encuentran en el Evangelio de Lucas (Lucas 1:46-55)
María, inspirándose en la tradición del Antiguo Testamento, celebra con el cántico del Magníficat las maravillas que Dios realizó en ella. Ese cántico es la respuesta de la Virgen al misterio de la Anunciación: el ángel la había invitado a alegrarse; ahora María expresa el jubilo de su espíritu en Dios, su salvador. Su alegría nace de haber experimentado personalmente la mirada benévola que Dios le dirigió a ella, criatura pobre y sin influjo en la historia.
Con la expresión Magníficat, versión latina de una palabra griega que tenía el mismo significado, se celebra la grandeza de Dios, que con el anuncio del ángel revela su omnipotencia, superando las expectativas y las esperanzas del pueblo de la alianza e incluso los más nobles deseos del alma humana.
Frente al Señor, potente y misericordioso, María manifiesta el sentimiento de su pequeñez: "Proclama mi alma la grandeza del Señor; se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador, porque ha mirado la humillación de su esclava" (Lc 1, 4648). Probablemente, el término griego ταπείνωσς esta tomado del cántico de Ana, la madre de Samuel. Con él se señalan la "humillación" y la "miseria" de una mujer estéril (cf. 1 S 1, 11), que encomienda su pena al Señor. Con una expresión semejante, María presenta su situación de pobreza y la conciencia de su pequeñez ante Dios que, con decisión gratuita, puso su mirada en ella, joven humilde de Nazaret, llamándola a convertirse en la madre del Mesías.
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