sAN jUan dE LA cRuZ
¡Hola! Mi nombre es Juan. Y aunque seguramente has oído hablar alguna vez de mí, voy a contarte algunas cositas de mi vida.
No te preocupes que no te voy a echar todo el rollo. Me gustaría ser tu amigo y por eso quiero que sepas algo más de mí.
Nací el 24 de Junio de 1542, en Fontiveros, en la provincia de Ávila. Mis padres se llamaban Gonzalo y Catalina. Y mis hermanos Luis y Francisco. Como eran tiempos difíciles, donde no había suficiente comida ni medicinas, mi papá y mi hermano Luis murieron cuando yo era muy pequeño. Jugaba con mis amigos en los alrededores del pueblo, especialmente en un lugar donde había un pequeño estanque, del cual tuvieron que rescatarme un avez. Sí, era un niño bueno, pero también un poco travieso.
Mi mamá tuvo que apañárselas para sacarnos adelante a Francisco y a mí. Como en el pueblo no había posibilidad de ganarse la vida, nos trasladamos a Arévalo, donde pasé algunos años de mi infancia y donde también se casó mi hermano Francisco.
Pero como allí tampoco iban bien las cosas, al final nos tuvimos que ir a Medina del Campo. En el siglo XVI era un centro comercial muy importante. Aquí mi madre, también mi hermano y su esposa, podían ganar con mucho trabajo lo suficiente para vivir.
Yo también quise colaborar. Pero como los oficios manuales no se me daban muy bien, ayudaba en un hospital y hacía de monaguillo en el convento de las agustinas, muy cerca de nuestra casa.
Con estos trabajos y la bondad de un buen señor, pude sacar tiempo para ir a la escuela y aprender a leer y escribir. Me apasionaba la lectura de los autores clásicos: no teníamos otras diversiones. Pero recuerdo que fue un tiempo muy feliz.
Llegó un momento en que, sin darme cuenta, Jesús me invitaba a seguirle haciéndome carmelita. En Medina del Campo tenían los carmelitas un convento llamado de Santa Ana. Aquí llamé a sus puertas y me admitieron. Era el año de 1563. El Carmelo era una Orden que había nacido en el tiempo de las cruzadas. Algunos de los cruzados decidieron quedarse en Israel, en un lugar llamado el Monte Carmelo, por eso el nombre de carmelitas. Aquí se dedicaban a la oración y a la meditación de la Escritura.
Allí tenían una capilla en la que veneraban a la Virgen María. Desde entonces el espíritu del Carmelo es fuertemente Mariano, lo cual a mí me atraía de un modo especial. Después de hacer el noviciado, los superiores me enviaron a estudiar a la Universidad de Salamanca. En el convento me habían puesto el nombre de fray Juan de Santo Matía. Lo de estudiar siempre se me había dado bien y me gustaba. Los tres años que pasé en Salamanca me dieron las bases teológicas y filosóficas que luego me ayudaron en la práctica de mi sacerdocio. Cuando acabé mis estudios me ordenaron sacerdote en la catedral vieja de Salamanca y regresé a Medina del Campo donde canté la primera misa. Fue un día muy especial, tanto para mí, como para mi familia, sobre todo para mi madre que no podía contener la emoción.
Pero mi peripecia no acabó aquí. Sentía dentro de mí la necesidad de una vida más entregada. Pero, por una de esas casualidades de la vida, mis proyectos no llegaron a realizarse. ¿Por qué? Pues porque otra abulense, Teresa de Jesús, se encontraba por entonces en Medina del Campo. Yo ya había oído algo sobre ella: que había iniciado una reforma dentro de los conventos de monjas. Teresa comenzó a fundar conventos donde se pudiera vivir con radicalidad el evangelio. También quería hacer lo mismo con los frailes. Su ideal era que todos nos hiciésemos “Amigos fuertes de Dios”
Cuando se enteró que un joven carmelita pensaba en una vida más comprometida, me hizo llamar. Acababa de fundar su segundo convento en Medina del Campo. Era en 1567. Y allá fui, aunque no esperaba que nada cambiase en mí. Pero la propuesta que me hizo parecía tan llena de aventura, que no pude negarme. Eso sí, le puse como condición que no tardase mucho. ¡En qué lío me había metido! Sin embargo, nunca me arrepentí de ello, aunque me tocó sufrir las pruebas más duras de mi vida.
Dicho y hecho. Un año después, en 1568, ya tenía Teresa programada la fundación de los frailes. Un mercader le había ofrecido a la Madre Teresa una casita en un lugar de la provincia de Ávila llamado Duruelo. Ya había casa, y dos frailes dispuestos a iniciar el Carmelo Descalzo. Teresa gustaba de hablar de “fraile y medio” porque yo era un poco bajito de estatura. Mi nuevo nombre sería Juan de la Cruz.
El viaje a Duruelo fue divertido. El lugar estaba bien perdido, no muy lejos de mi pueblo natal. Cuando llegamos nos encontramos con una buena sorpresa. La casa, además de pequeña, estaba en muy mal estado. Arreglamos lo que pudimos y distribuimos los pocos espacios pensando en lo más necesario: un lugar para la oración y celebrar la misa, otro para descansar, y otro donde poder preparar las comidas. Hicimos unas crucecitas con ramas secas que colocamos por toda la casa. En los alrededores había varios pueblos a los que atendíamos: decíamos la misa, confesábamos,...Uno de los días más especiales fue la visita de la madre Teresa de Jesús. Se quedó “espantada” - así lo escribió ella-, de la austeridad y pobreza. Ciertamente el lugar no era el más apropiado para un convento. Estuvo bien para comenzar. Año y medio después se trasladó la comunidad a un pueblito cercano: Mancera de Arriba.
Y cuando menos conscientes éramos de ello, la Orden fundada por Teresa comenzó a crecer a grandes pasos. Se multiplicaban las fundaciones de monjas, y los frailes tuvimos que comenzar a organizar las casas deformación, ya que muchos jóvenes querían vivir nuestro mismo estilo de vida. Ahí empezaron mis viajes. Fue una época muy especial en mi vida: poder transmitir el espíritu original a las primeras generaciones. Pero no pasaría muchos años lejos de Ávila. En 1572 Teresa de Jesús tuvo que regresar a Ávila. Había sido nombrada superiora del convento de la Encarnación. Los superiores pensaron que ella podría cambiar algo el estilo de vida que allí se llevaba. Por ese motivo, buscando una buena formación de las monjas, me llamó a mí para que fuera confesor y director espiritual. Acepté con gusto. Aquí pasé unos años felices. Fue la época en la que más tiempo pasé con Teresa de Jesús. Hablábamos mucho de la reforma emprendida, planeábamos juntos, y nos comunicábamos nuestras experiencias de Dios. Aquí descubrimos la profunda sintonía que existía entre los dos, y cómo Jesús nos había elegido para llevar adelante la reforma del Carmelo.
Pero la alegría no duró mucho tiempo. Los Calzados planearon aniquilar la Reforma eliminando a los cabecillas. Y uno de ellos era yo. Una noche entraron en nuestra casita de la Encarnación y nos apresaron. Fui a parar a Toledo, donde me encerraron en un pequeño cuarto sin apenas luz y ventilación. Me hacían pasar hambre, no podía lavarme, me azotaban, querían hacerme creer que la Reforma ya había desaparecido... En estos 9meses tampoco me permitieron cambiarme de ropa. Pero no pudieron quitarme un tesoro inmenso que llevaba dentro de mí: la amistad con Jesús. Te pueden quitar absolutamente todo, pero Él está siempre a tu lado.
Posiblemente por eso, el poema más hermoso de toda mi vida lo escribí en la cárcel. Se llama el “cántico espiritual”.
Una noche planeé mi fuga. Esperé a que todos estuvieran dormidos. Como pude me colé por un ventanuco y descendí por los muros. Por un hueco abierto en la tapia pude escapar. Me dirigí inmediatamente a uno de los conventos que Teresa había fundado en la ciudad de Toledo. Aquí me acogieron y me escondieron para evitar que me apresaran de nuevo.
Después de Toledo mi vida cambió en todos los sentidos. La experiencia de la cárcel me hizo más fuerte y me abrió al conocimiento de que la verdadera amistad y la verdadera felicidad sólo Dios puede proporcionarlas. También surgió allí con fuerza mi espíritu poético: de hecho aquí escribí algunos de mis poesías más famosas: el Cántico Espiritual, la Fonte... También me sirvió más tarde como inspiración para el poema de la Noche Oscura .A partir de 1578 mi vida transcurriría por Andalucía. En los casi 11 años que transcurrí en estas tierras, recorrí unos 20.000 kilómetros, muchos de ellos a pie. Prácticamente estuve en las principales ciudades: Jaén, Úbeda, Baeza, Córdoba, Sevilla, Málaga y Granada. En esta última ciudad, y al pie de la Alhambra viví un tiempo maravilloso. El convento se llamaba de “Los Mártires”. En este convento, rodeado de aguas llegadas de Sierra Nevada y con una naturaleza exuberante, escribí algunos de mis principales comentarios en prosa: Subida del Monte Carmelo, Noche Oscura, Cántico Espiritual y Llama de Amor Viva. Por eso se conoce este lugar como “el escritorio de Juan de la Cruz”.
En los años pasados en Andalucía tuve que asumir varios oficios: superior, vicario provincial, formador, confesor y director espiritual. También viví encasas muy diferentes: unos meses en el desierto del Calvario (situado en las estribaciones de la Sierra de Cazorla); me tocó fundar el colegio de San Basilio en Baeza, donde había una floreciente universidad; los Mártires de Granada...Más tarde, en 1591 regresaría a Andalucía, donde pasé unas temporadas en el desierto de la Peñuela y en Úbeda. Para los carmelitas los “desiertos” eran lugares de soledad y silencio, situados en medio de la naturaleza y alejados de las ciudades y pueblos. Allí nos dedicamos a la oración y a la contemplación. En 1582, pocos meses antes de que muriese Santa Teresa de Jesús, me encontré con ella en Ávila. Fui para que viniese conmigo a fundar un convento de monjas en la ciudad de Granada. Ella estaba dispuesta a hacerlo, pero ya tenía el compromiso de ir a fundar a Burgos. No obstante me dirigí a Granada en su nombre para llevar a cabo esta nueva fundación. Fue la última vez queme encontré en vida con la Madre Teresa.
Mi permanencia en Andalucía duró hasta 1588. En ese año tuvimos nuevas elecciones y me nombraron prior del convento de Segovia, en cuya construcción tuve que colaborar.
En 1591 hubo otras elecciones, y ganó la corriente más tradicionalista y cerrada. Ciertamente yo no estaba de acuerdo, porque lo que había fundado Santa Teresa era muy diferente de lo que este grupo pretendía. Como yo no era favorable a esta tendencia pronto empezaron las persecuciones. A mí me dejaron sin cargos y me enviaron a Andalucía, al desierto de La Peñuela (actualmente se llama la Carolina). Pero mi intención era marchar a tierras de misión: a México. En La Peñuela tendría que esperar mientras se organizaba la expedición.
Pero me vino una enfermedad que me llevaría a la muerte. Tuve que marchar a Úbeda, donde podían atenderme los médicos. Al prior de esta casa no le caía bien, y trató de hacerme la vida imposible. Pero no lo consiguió, ya que en todo momento traté de poner en práctica lo que muchas veces yo había enseñado a los otros: “pon amor donde no hay amor y sacarás amor”. Y así fue. El P. Prior terminó pidiéndome perdón por su mal comportamiento. Y como a todo mortal también a mí me llegó la hora. La medianoche del 13 de diciembre sonaban las campanas de la Iglesia del Salvador. ¡Era la hora de los maitines! (el rezo que acostumbrábamos a hacer a las 12 de la noche). Yo me iría a cantarlos al Cielo. Era el 14 de diciembre de 1591.
Y esta es mi historia, aunque no acaba aquí. En 1726 me declararon Santo yen 1927 me nombraron Doctor de la Iglesia. También me han declarado Patrón de los Poetas de Lengua Española. No olvides que ahora que me conoces cuentas conmigo como amigo.
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