En el mundo existen muchos santos, de Europa, África, Norte América, pero uno de los primeros santos mulato de América es de nuestro hermano país, Perú, su nombre es Juan Martín de Porres Velázquez. Conocido también como San Martín de Porres, este personaje es uno de los más queridos por los seguidores de la iglesia católica, por la vida altruista que llevaba, y porque se le atribuyen una serie de milagros relacionados a la sanación, entre otros.
La fiesta de San Martín de Porres se celebra el 3 de noviembre:
En la Iglesia Católica, se celebra a San Martín de Porres, conocido como el "Santo de la Escoba".
La historia de San Martín
Los progenitores de Juan Martín fueron extranjeros. Su padre, don Juan de Porras de Miranda, nació en España, exactamente en la ciudad de Burgos. Se desempeñaba como un comerciante, aunque tenía poco éxito en los negocios. Su madre, doña Ana Velázquez, era una descendiente de esclavos (que ya contaba con su libertad) que llegó desde la Ciudad de Panamá.
“Yo te curo y Dios te sana”, solía decir fray Martín, cada vez que atendía a algún enfermo. Martín fue un “mulato” -antigua denominación para los nacidos de padre blanco y madre negra, o viceversa-, admitido en calidad de “donado” por la Orden de Predicadores (dominicos), a causa de su condición de hijo ilegítimo. Se santificó, entre otras cosas, realizando los servicios más humildes, y también cuidando a enfermos y menesterosos.
San Martín de Porres -o de Porras- fue nombrado pertinentemente por el Papa San Juan XXIII como “Santo Patrono de la Justicia Social” y “Patrón Universal de la Paz” tras los peores momentos del siglo XX, en tiempos marcados por las consecuencias de las guerras y la violencia.
“Muchos últimos serán primeros” (Mt 20, 16)
Ambos se conocieron en Lima y fruto de su amor, nacieron dos retoños. Así, Juan Martín (1579) y Juana (1581), la hermana menor del que se convertiría en santo, crecieron en las calles limeñas, con las carencias que la comunidad afroperuana coexistía en esa época. Desde muy chico, a los 15 años, tenía la mira puesta en servir a la iglesia, debido a la estricta formación religiosa que recibió por parte de su madre.
Así, fue admitido como ‘donado’ (recibía alimento, vestimenta y alojamiento a cambio de trabajar como criado) en la Orden de Santo Domingo de Guzmán. Fray Juan de Lorenzana fue su guía en esta travesía y 9 años después de haber ingresado a este culto, fue aceptado como un hermano más de la congregación en el 1603.
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