Este mes se cumplen 400 años de la canonización de San Francisco Javier, uno de los primeros misioneros jesuitas que difundió el Evangelio en la India, Malasia y Japón.
Por este motivo, la cadena EWTN, junto a Cristiana Video, ha producido la película “San Francisco Javier: hasta los confines de la tierra”, que fue proyectada el sábado 5 de marzo en la iglesia del Gesú en Roma, donde se encuentra la reliquia del brazo derecho del santo.
Esta iglesia también alberga la tumba de San Ignacio de Loyola, fundador de la Compañía de Jesús, que fue un amigo cercano e inspiró la vocación de San Francisco Javier. Ambos fueron canonizados juntos por el Papa Gregorio XV en 1622.
La película presenta la historia de San Francisco Javier en un formato de docudrama, y muestra desde sus primeros años de universidad en París, donde se hizo amigo de San Ignacio, hasta sus últimos días como misionero en Asia Oriental.
Antes de la proyección, Andreas Thonhauser, jefe de la Oficina de EWTN en Roma dijo: “Nuestro tiempo necesita modelos que nos inspiren a vivir una vida plenamente dedicada a Jesús. Santos como Francisco Javier o Ignacio mantienen viva la Iglesia a lo largo de los siglos”.
La vida del santo
Francisco Javier nació en 1506 en Navarra (España). Mientras sus hermanos se dedicaban a la milicia, Francisco siguió un camino intelectual. Estudió Filosofía en París, en la Sorbona, donde más tarde enseñó tras obtener su título.
En París, el joven descubrió su vocación con la ayuda de su viejo amigo Pedro Fabro y de Ignacio, que llegó a París en 1528 para terminar una carrera y reunió a un grupo de hombres que buscaban glorificar a Dios con sus vidas.
Al principio, la ambición personal impidió a Francisco atender la llamada de Dios. El estilo de vida humilde y austero de Ignacio no le atraía. Pero el fundador de la Compañía de Jesús, que había experimentado una gran conversión, a menudo planteaba a Francisco la pregunta de Cristo: “¿De qué le servirá al hombre ganar el mundo entero y perder su alma?” (Marcos 8:36).
Poco a poco, Ignacio convenció al joven para que abandonara sus propios planes y abriera su mente a la voluntad de Dios. En 1534, Francisco Javier, Pedro Fabro y otros cuatro hombres se unieron a Ignacio para hacer un voto de pobreza, castidad y dedicación a la difusión del Evangelio mediante la obediencia personal al Papa.
En 1537, tres años después de que Javier fuera ordenado sacerdote, el rey de Portugal pidió al Papa que enviara misioneros a sus colonias en la India.
Cuando cumplió 35 años, Javier se embarcó hacia Goa, en la costa occidental de la India. Allí, sin embargo, encontró a los colonos portugueses causando la deshonra de la Iglesia por su mal comportamiento.
Esto impulsó al jesuita a actuar. Pasó sus días visitando a los prisioneros y a los enfermos, reuniendo a grupos de niños para enseñarles sobre Dios, y predicando tanto a portugueses como a indios. Adoptando el estilo de vida de la gente común, vivía de arroz y agua en una choza con suelo de tierra.
Los esfuerzos misioneros de Javier tuvieron a menudo éxito, aunque hubo más dificultades para convertir a las clases altas y encontró la oposición de hindúes y musulmanes. En 1545, extendió sus esfuerzos a Malasia, antes de pasar a Japón en 1549.
Al dominar el japonés, Francisco instruyó a la primera generación de conversos católicos japoneses. Muchos dijeron que estaban dispuestos a sufrir el martirio antes que renunciar a la fe traída por el lejano jesuita.
San Francisco Javier enfermó y murió el 3 de diciembre de 1552, cuando buscaba la forma de entrar a China.
Traducido y adaptado por Almudena Martínez-Bordiú. Publicado originalmente en CNA.
Comentarios
Publicar un comentario