Sime贸n el Loco (tambi茅n conocido como Aba Sime贸n, o Sime贸n de Edesa o Emesa) fue un monje, eremita y santo cristiano del siglo VI que muri贸 aproximadamente durante el a帽o 570. Est谩 considerado el patr贸n de los santos locos y de los titiriteros.
Sime贸n era de origen sirio. Naci贸 en Edesa, donde vivi贸 soltero, acompa帽ado de su anciana madre. A los treinta a帽os, acompa帽ado por su amigo Juan de Edesa, Sime贸n hizo los votos mon谩sticos en el monasterio del abad Ger谩simo. Sime贸n y Juan estuvieron durante veintinueve a帽os dedicados al ascetismo y a la meditaci贸n en las proximidades del mar Muerto.4Posteriormente Sime贸n dijo que Dios le hab铆a pedido que abandonara su vida retirada en el desierto y que se trasladara a la ciudad de Homs, donde se dedic贸 a la caridad y a hacer obras piadosas. Su comportamiento no era nada convencional, por ejemplo entraba en la ciudad arrastrando un perro muerto, o una vez apag贸 las l谩mparas del templo y le lanz贸 nueces a las mujeres; con estas extravagancias llev贸 a muchos al arrepentimiento, salvando sus almas del pecado, aunque muchos tambi茅n le insultaban por ello e incluso llegaban a castigarle f铆sicamente, lo cual 茅l soportaba con paciencia. Sanaba enfermos y expulsaba demonios con sus oraciones, predicaba el Evangelio, alimentaba al hambriento y ayudaba a muchas personas, aunque muchas de sus buenas obras eran hechas en secreto.
Reza el refr谩n castellano que "cada maestrillo tiene su librillo" refiri茅ndose a los modos divers铆simos de ense帽ar a los dem谩s lo que cada uno sabe. Luego, la ciencia pedag贸gica se encarga de proponer a los pedagogos la mejor manera de transmitir el saber en cada una de las materias, dictando normas y diciendo lo que se puede y lo que no se puede hacer para conseguir que los alumnos aprendan m谩s y los maestros desperdicien menos su energ铆a y su tiempo. Incluso se necesitan t铆tulos, diplomas, cursos bien aprovechados, conocimientos de t茅cnicas para programar, concretar objetivos, distribuir por tiempos y evaluar los resultados para llegar a ser un excelente maestro e incluso conseguir un puesto de trabajo. As铆 hemos complicado las cosas hoy. Sime贸n, como vamos a ver, rompi贸 los esquemas de la pedagog铆a de todos los tiempos. Se le cataloga como anacoreta y lo que cabe esperarse de tal sujeto es el retiro en el desierto, la vida de oraci贸n y la ascesis de la penitencia; con todo ello, el solitario da testimonio y buen ejemplo que estimula al resto de los mortales creyentes a ser menos ego铆sta, m谩s piadoso y tambi茅n mejor dispuesto a hacer el bien al pr贸jimo con quien convive. De esta manera vivi贸 treinta a帽os Sime贸n, pero se sali贸 de anacoreta y se convirti贸 voluntariamente en Loco.
Pasados treinta a帽os de
soledad, oraci贸n y penitencia decide dejar el retiro para convertirse en
su pueblo en el estrafalario loco que entre risas, chanzas, lloros,
brincos, gritos, gracias, amenazas, consejos, chistes, conducta de
lun谩tico y actitudes de esc谩ndalo para los buenos, acaba siendo la
conciencia moral del pueblo. Y es que Sime贸n no quiso ser un santo de
clich茅, ni de esquema. Ni siquiera quiso ense帽ar el Evangelio como
mandan los c谩nones; tuvo su estilo y, poni茅ndolo en pr谩ctica, consigui贸,
siendo Loco, hablar del Reino. No es la leyenda, la imaginaci贸n o la
f谩bula la que nos presenta su imagen; es un personaje bien definido en
la 茅poca, en la geograf铆a y en el modo razonado de actuar del modo menos
razonable que se pueda pensar; veinte a帽os despu茅s de muerto, el obispo
de Chipre, Leoncio, escribi贸 su vida y milagros bien probados que le
cont贸 el di谩cono Juan, de Emesa, entre Damasco y Antioqu铆a, que supo ver
con los a帽os la santidad de este Sime贸n Salos -as铆 dice loco en sirio-
que se propuso jugar con el mundo y re铆rse de 茅l.
Comenz贸 su haza帽a en la Edesa que le vi贸 nacer en otro tiempo, arrastrando a un perro muerto que encontr贸 en el basurero pr贸ximo, at谩ndole una pata al ce帽idor de esparto de su h谩bito, corriendo y gritando por el pueblo y llevando tras de s铆 una bulliciosa nube de chiquillos que gritaban al un铆sono entre risas y burlas persiguiendo al monje que se comportaba de tal guisa y que extra帽贸 tanto a los serios del pueblo. El primer domingo no hace otra cosa que tirar nueces a las velas del altar con el acierto de apagarlas, y cuando se indignaron el presb铆tero y sus feligreses, se subi贸 al p煤lpito y tir贸 las que le quedaban a las mujeres piadosas del templo. Volc贸 las mesas de los vendedores de bollos y reposter铆a para la ofrenda del culto, consiguiendo una buena paliza. Contratado para vender verduras por un tabernero, reparti贸 entre los pobres la mercanc铆a y dijo al de los vinos que "le hab铆a encargado a Dios le guardara su dinero"; re帽铆a entre seriedad y risas a los borrachos dici茅ndoles que arruinaban su vida, mientras 茅l beb铆a un vaso de buen vino; los clientes r铆en sus ocurrencias y se preocupan con sus rid铆culas m谩ximas de chiflado por lo que el negocio no le disminuye al tabernero; pensando los due帽os que quiz谩 no estuviera tan loco el Loco abad, decidi贸 Sime贸n inventar otra locura que le evitara una posible racha buena: estando dormida la due帽a, entra en su habitaci贸n, comienza a desnudarse, grita la se帽ora y rueda las escaleras hasta la calle por los mamporros que le propina el tabernero. Vive en una cueva, la suciedad y el desali帽o son ahora su propiedad, pero pasea por el pueblo adornado con ramas de palmera en la cabeza y colgantes de uvas y de ajos; as铆 va a la plaza del pueblo predicando conversi贸n; el Loco, entre risas y saltos, se retuerce como un reptil por el suelo, con los pu帽os cerrados amenaza destrucci贸n, para la gente es un c铆nico y lun谩tico, simple, loco o brujo. Para que no quepa ninguna duda de su maldad, a las mozas peligrosas por su belleza las deja con los ojos estr谩bicos, aunque las vuelve guapas de nuevo si dejan que les bese los ojos tuertos, permitiendo se les aproxime con su rala y sucia barba. No se sabe c贸mo, pero no le faltan cinco sueldos para organizar mesa y comida para pobres en la plaza del pueblo; si alguien pens贸 que eso era cosas de buenos, pregunta a las de vida alegre si aceptan su amistad y as铆 se ve que es para vicio su dinero (quiz谩 quepa rese帽ar que algunas de ellas terminaron en convento). Como dijeron que no probaba bocado en la Cuaresma, apareci贸 a la salida de la Iglesia un Jueves Santo devorando -que no comiendo- medio cordero. Busca ocasiones de infamia, aceptando la calumnia de una criada joven embarazada de ser el padre de lo que lleva en su seno; a la hora del parto confes贸 la pobrecilla a su se帽ora la mentira, descubriendo la estrategia del Loco que la cuid贸 con esmero todo el tiempo del embarazo, como si verdad hubiera sido su aserto.
¿Por qu茅 el santo decidi贸 ser Salos dejando de ser cuerdo? Cuando era anacoreta, se acostumbr贸 a la pobreza, no le costaba ser casto, le importaba poco la soledad, no le escoc铆a la falta de sue帽o, el trabajo era normal, comer yerbas cocidas no ten铆a m谩s inter茅s, el calor, el fr铆o y la penitencia dura no le met铆an en el lecho. Todo era poco por Cristo; 脡l merec铆a m谩s de eso. Pero la soberbia, el amor propio, el orgullo, la fama era otro cuento; que le dijeran "santo" le daba gozo y que le llamaran "penitente observante" le tra铆a consuelo; s铆, de novicio, de profeso, de asceta consagrado... siempre ten铆a serpeando la soberbia enredada en su cuerpo. Amando a Dios tanto, pens贸 que era preciso re铆rse de s铆, del mundo y llegar al desprecio. La locura era buen recurso para limpiar el desierto del orgullo que bajo capa de santo se puede encerrar en el anacoreta de su tiempo, porque parec铆a intentar batir r茅cords de hambres y querer superar marcas de penitencias anteriores. Para hacer el bien, sin peligro de que le llamaran "bueno", la locura fue el remedio cierto; as铆 pod铆a aparecer como fr铆volo, malo, juerguista, pecador, tonto, necio, loco.
Si, adem谩s, a Dios le gust贸 el trabajo de su buf贸n risue帽o, profeta, taumaturgo, exc茅ntrico escandaloso, payaso que romp铆a el envaramiento tieso de los creyentes premi谩ndolo con milagros.
Comenz贸 su haza帽a en la Edesa que le vi贸 nacer en otro tiempo, arrastrando a un perro muerto que encontr贸 en el basurero pr贸ximo, at谩ndole una pata al ce帽idor de esparto de su h谩bito, corriendo y gritando por el pueblo y llevando tras de s铆 una bulliciosa nube de chiquillos que gritaban al un铆sono entre risas y burlas persiguiendo al monje que se comportaba de tal guisa y que extra帽贸 tanto a los serios del pueblo. El primer domingo no hace otra cosa que tirar nueces a las velas del altar con el acierto de apagarlas, y cuando se indignaron el presb铆tero y sus feligreses, se subi贸 al p煤lpito y tir贸 las que le quedaban a las mujeres piadosas del templo. Volc贸 las mesas de los vendedores de bollos y reposter铆a para la ofrenda del culto, consiguiendo una buena paliza. Contratado para vender verduras por un tabernero, reparti贸 entre los pobres la mercanc铆a y dijo al de los vinos que "le hab铆a encargado a Dios le guardara su dinero"; re帽铆a entre seriedad y risas a los borrachos dici茅ndoles que arruinaban su vida, mientras 茅l beb铆a un vaso de buen vino; los clientes r铆en sus ocurrencias y se preocupan con sus rid铆culas m谩ximas de chiflado por lo que el negocio no le disminuye al tabernero; pensando los due帽os que quiz谩 no estuviera tan loco el Loco abad, decidi贸 Sime贸n inventar otra locura que le evitara una posible racha buena: estando dormida la due帽a, entra en su habitaci贸n, comienza a desnudarse, grita la se帽ora y rueda las escaleras hasta la calle por los mamporros que le propina el tabernero. Vive en una cueva, la suciedad y el desali帽o son ahora su propiedad, pero pasea por el pueblo adornado con ramas de palmera en la cabeza y colgantes de uvas y de ajos; as铆 va a la plaza del pueblo predicando conversi贸n; el Loco, entre risas y saltos, se retuerce como un reptil por el suelo, con los pu帽os cerrados amenaza destrucci贸n, para la gente es un c铆nico y lun谩tico, simple, loco o brujo. Para que no quepa ninguna duda de su maldad, a las mozas peligrosas por su belleza las deja con los ojos estr谩bicos, aunque las vuelve guapas de nuevo si dejan que les bese los ojos tuertos, permitiendo se les aproxime con su rala y sucia barba. No se sabe c贸mo, pero no le faltan cinco sueldos para organizar mesa y comida para pobres en la plaza del pueblo; si alguien pens贸 que eso era cosas de buenos, pregunta a las de vida alegre si aceptan su amistad y as铆 se ve que es para vicio su dinero (quiz谩 quepa rese帽ar que algunas de ellas terminaron en convento). Como dijeron que no probaba bocado en la Cuaresma, apareci贸 a la salida de la Iglesia un Jueves Santo devorando -que no comiendo- medio cordero. Busca ocasiones de infamia, aceptando la calumnia de una criada joven embarazada de ser el padre de lo que lleva en su seno; a la hora del parto confes贸 la pobrecilla a su se帽ora la mentira, descubriendo la estrategia del Loco que la cuid贸 con esmero todo el tiempo del embarazo, como si verdad hubiera sido su aserto.
¿Por qu茅 el santo decidi贸 ser Salos dejando de ser cuerdo? Cuando era anacoreta, se acostumbr贸 a la pobreza, no le costaba ser casto, le importaba poco la soledad, no le escoc铆a la falta de sue帽o, el trabajo era normal, comer yerbas cocidas no ten铆a m谩s inter茅s, el calor, el fr铆o y la penitencia dura no le met铆an en el lecho. Todo era poco por Cristo; 脡l merec铆a m谩s de eso. Pero la soberbia, el amor propio, el orgullo, la fama era otro cuento; que le dijeran "santo" le daba gozo y que le llamaran "penitente observante" le tra铆a consuelo; s铆, de novicio, de profeso, de asceta consagrado... siempre ten铆a serpeando la soberbia enredada en su cuerpo. Amando a Dios tanto, pens贸 que era preciso re铆rse de s铆, del mundo y llegar al desprecio. La locura era buen recurso para limpiar el desierto del orgullo que bajo capa de santo se puede encerrar en el anacoreta de su tiempo, porque parec铆a intentar batir r茅cords de hambres y querer superar marcas de penitencias anteriores. Para hacer el bien, sin peligro de que le llamaran "bueno", la locura fue el remedio cierto; as铆 pod铆a aparecer como fr铆volo, malo, juerguista, pecador, tonto, necio, loco.
Si, adem谩s, a Dios le gust贸 el trabajo de su buf贸n risue帽o, profeta, taumaturgo, exc茅ntrico escandaloso, payaso que romp铆a el envaramiento tieso de los creyentes premi谩ndolo con milagros.
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