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29 de junio - Solemnidad de San Pedro y San Pablo 馃懗馃懘

Solemnidad de san Pedro y san Pablo

Cristo eligi贸 de entre los doce a Pedro y lo puso al frente 

Los dos santos que celebramos hoy son de los m谩s fundamentales de la Iglesia. Por mucho que hubi茅ramos deseado abreviar la lectura, ha resultado imposible hacerlo en menos espacio que el que se ha utilizado. Se trata de dos art铆culos pr谩cticamente independientes, que aprovechan muchas partes del Butler-Guinea: todo el dedicado a Pedro (tomo II, p谩g. 674ss) y casi todo el dedicado a Pablo (679ss), pero incorpora elementos que no eran cr铆ticamente seguros en 茅poca de la edici贸n de esos art铆culos, y lo son ahora. No he hecho una diferencia visual (comillas, cursiva, etc) entre lo que dice el Butler-Guinea y lo que he agregado por mi cuenta, porque no se trata de una edici贸n cr铆tica del Butler-Guinea sino de ayudar, en la medida de lo posible a introducirse en estos fundamentales personajes de la historia de nuestra Iglesia, quien est茅 interesado en conocer esas diferencias, puede compararlos; lo que s铆 deben tener en claro los copipasteros de internet, que 茅ste no es el art铆culo del Butler-Guinea, y que si habitualmente hago correcciones personales en los art铆culos, en 茅stos esas correcciones han sido mucho mayores. Por ese motivo no lo firmo con «Butler-Guinea» sino con mi nombre, aunque en la balanza hay m谩s frases sacadas de esa gran obra que escritas por m铆.

San Pedro

La historia de san Pedro, tal como la cuentan los Evangelios, es muy conocida y no hay necesidad de relatarla aqu铆 en detalle. Sabemos que era galileo, que ten铆a su casa en Betsaida, que estaba casado, que era pescador y que era hermano del ap贸stol san Andr茅s. Portaba el nombre de Sim贸n, pero el Se帽or, en el primer encuentro que tuvo con 茅l, le dijo que se llamar铆a Cefas, el equivalente, en arameo, de la palabra griega que significa «piedra» y que, en su forma espa帽ola, deriv贸 hasta convertirse en el apelativo Pedro. Nadie que haya le铆do, aunque sea superficialmente, el Nuevo Testamento, habr谩 dejado de advertir el sitio predominante que se le otorga siempre entre los primeros seguidores de Jes煤s. Fue 茅l quien actu贸 como portavoz de los dem谩s, al proclamar una sublime profesi贸n de fe:«¡T煤 eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo!» (Mt 16,16; Mc 8,29; Lc 9,20). A 茅l personalmente le dirigi贸 el Salvador estas palabras, con una solemnidad que no tiene paralelo en los Evangelios: «¡Bendito seas, Sim贸n, hijo de Jon谩s, porque no han sido la carne ni la sangre las que te revelaron estas cosas, sino mi Padre que est谩 en los Cielos! Y Yo te digo que t煤 eres Pedro y sobre esta piedra edificar茅 mi Iglesia, y las puertas del infierno no prevalecer谩n contra ella; a ti te dar茅 las llaves del Reino de los Cielos: y todo lo que t煤 atares en la tierra, atado quedar谩 en el cielo; y lo que desatares en la tierra, quedar谩 desatado en el cielo» (Mt 16,17).

No menos familiar es la historia de la triple negativa de Pedro hacia su Maestro, no obstante la advertencia que 脡l mismo le hab铆a hecho sobre el particular. El caso fue relatado por los cuatro evangelistas con una abundancia de detalles que parece exagerada ante la peque帽ez del suceso, si se le compara con los otros incidentes en la Pasi贸n de Nuestro Se帽or y, esta misma singularizaci贸n aparece como un tributo a la elevada posici贸n que san Pedro ocupaba entre sus compa帽eros. Por otra parte, si bien las advertencias de Jes煤s no fueron tomadas en cuenta por el Ap贸stol, tengamos presente que estuvieron precedidas por otras palabras, asombrosas y desconcertantes por su extra帽o cambio del plural al singular en la misma frase: «Sim贸n, Sim贸n, mira que Satan谩s va tras de vosotros para zarandearos como el trigo en la criba; mas yo he rogado por ti, a fin de que tu fe no parezca; y t煤, cuando te conviertas, confirma a tus hermanos» (Lc 22,31). Igualmente impresionante es la triple reparaci贸n que el Se帽or, con acentos de ternura, pero con una insistencia rayana en la crueldad, le pidi贸 a su avergonzado disc铆pulo junto al Lago de Galilea: «Cuando hubieron comido, Jes煤s le dijo a Sim贸n Pedro: Sim贸n, hijo de Juan, ¿me amas t煤 m谩s que 茅stos? 脡l respondi贸: S铆, Se帽or, T煤 sabes que te amo. Jes煤s le dijo: Apacienta mis ovejas. Despu茅s volvi贸 a decir: Sim贸n, hijo de Juan, ¿me amas? Sim贸n le respondi贸: ¡S铆, Se帽or; T煤 sabes que te amo! Y 脡l le dijo: Apacienta mis ovejas. Y por tercera vez le repiti贸: Sim贸n, hijo de Juan, ¿me quieres? Y 茅l repuso: ¡Se帽or! ¡T煤, que sabes todas las cosas, bien sabes que te amo! Jes煤s volvi贸 a decir: Apacienta mis ovejas» (21,15ss). Todav铆a m谩s maravillosa es la profec铆a que Jes煤s hizo a continuaci贸n: «En verdad, en verdad, yo te digo: cuando t煤 eras joven te ce帽铆as a ti mismo e ibas donde quer铆as. Pero cuando seas viejo, extender谩s las manos para que otro te ci帽a y te conduzca a donde t煤 no quieras». «Y esto -agrega el evangelista- lo dijo para significar por cu谩l muerte habr铆a de glorificar a Dios».

Despu茅s de la Ascensi贸n, nos encontramos con que san Pedro se halla a煤n en primer plano. A 茅l se le nombra primero en el grupo de los Ap贸stoles y se indica que moraba con los dem谩s en «una habitaci贸n alta», donde«todos, animados de un mismo esp铆ritu, perseveraban juntos en oraci贸n con las mujeres y con Mar铆a, la Madre de Jes煤s y, sus hermanos» (Hech 1,13-14), hasta la venida del Esp铆ritu Santo, el d铆a de Pentecost茅s. Tambi茅n fue Pedro quien tom贸 la iniciativa al elegir un nuevo ap贸stol en el lugar de Judas y el que primero habl贸 a la muchedumbre para darle testimonio de «Jes煤s de Nazaret, un hombre autorizado por Dios a vuestros ojos, con los milagros, maravillas y prodigios que, por medio de 脡l, ha hecho entre vosotros, a quien Dios ha resucitado, de los que todos nosotros somos testigos». Y se agrega m谩s adelante: «O铆do este discurso, se compungieron sus corazones y dijeron a Pedro y los dem谩s: Hermanos, ¿qu茅 es lo que debemos hacer? A lo que Pedro respondi贸: Haced penitencia y sea bautizado cada uno de vosotros en el nombre de Jesucisto». Entonces, «los que hab铆an recibido su palabra, fueron bautizados» y se agrega que aquel d铆a se a帽adieron a la Iglesia, «cerca de tres mil personas». Tambi茅n se ha registrado a Pedro como al primero que realiz贸 un milagro de curaci贸n en la Iglesia cristiana. Un hombre cojo de nacimiento, se hallaba al borde del camino por donde Pedro y Juan sub铆an hacia el Templo a orar y les rog贸 que le diesen limosna. «Pedro entonces, fijando con Juan la vista en aquel pobre, le dijo: Mira hacia nosotros. 脡l los miraba de hito en hito, en espera de que le diesen algo. Mas Pedro le dijo: Plata y oro yo no tengo, pero te doy lo que tengo. En el nombre de Jesucristo Nazareno, lev谩ntate y camina. Y tom谩ndole de la mano derecha lo levant贸, y al instante se le consolidaron las piernas y los pies. Y dando un salto, se puso en pie y ech贸 a andar, y entr贸 con ellos en el templo por sus propios pies, saltando y loando a Dios» (Hech 3).

Al iniciarse la persecuci贸n que culmin贸 con el martirio de san Esteban en presencia de Saulo, el futuro Ap贸stol de los Gentiles, la mayor铆a de los nuevos convertidos a las ense帽anzas de Cristo se dispersaron, pero los Ap贸stoles permanecieron agrupados en Jerusal茅n, hasta que llegaron noticias sobre la acogida favorable que hab铆an recibido en Samar铆a las predicaciones de san Felipe el Di谩cono. Entonces, san Pedro y san Juan se trasladaron a aquellas comarcas e impusieron las manos (lo que est谩 en la base del desarrollo posterior de la confirmaci贸n como sacramento independiente) sobre los que san Felipe hab铆a bautizado. Entre 茅stos se hallaba un hombre al que conocemos con el nombre de Sim贸n el Mago, quien presum铆a de poseer ocultos poderes y hab铆a adquirido mucha fama por sus hechicer铆as (Hech 8,18ss). Al ver el Mago lo que suced铆a con los reci茅n confirmados, se acerc贸 a los Ap贸stoles para decirles: «Dadme a m铆 tambi茅n esa potestad, para que cualquiera a quien imponga yo las manos, reciba el Esp铆ritu Santo». Pero, aun cuando ofreci贸 dinero, no obtuvo m谩s que una rotunda negativa. Pedro le dijo: «Perezca tu dinero contigo; pues has juzgado que se alcanzaba por dinero el don de Dios», de donde llamamos «simon铆a» al pecado de la venta de los dones sagrados. En la literatura ap贸crifa conocida como las «Pseudo-clementinas», se representa a Sim贸n el Mago, en una 茅poca posterior, al encontrarse con san Pedro y entablar una larga discusi贸n con 茅l y con san Clemente, mientras viajan de una a otra de las ciudades mar铆timas de Siria, en su traves铆a a Roma. Todav铆a antes que las Clementinas, san Justino M谩rtir (que escribi贸 por el a帽o de 152), declara que Sim贸n el Mago fue a Roma, donde se le honr贸 como a una deidad; pero debe admitirse que las evidencias citadas por Justino sobre este particular, son muy poco satisfactorias. Tambi茅n en las ap贸crifas «Actas de san Pedro» hay una dram谩tica historia sobre los intentos del Mago para ganarse la voluntad de Ner贸n por medio de demostraciones de sus poderes ocultos, de los que pensaba valerse para volar por los aires. De acuerdo con aquella leyenda, san Pedro y san Pablo estaban presentes y, por medio de sus oraciones, anularon los poderes m谩gicos de Sim贸n que, al emprender el vuelo, cay贸 a tierra y, poco despu茅s, muri贸 a consecuencia de las heridas. Muchos otros relatos contradictorios son relatados por Hip贸lito (en su Philosophumena) y varios escritores antiguos, siempre en torno a una discusi贸n, a un conflicto entre Sim贸n el Mago y los dos grandes Ap贸stoles, con Roma por escenario. A pesar de la debilidad de las evidencias, hubo una inclinaci贸n general entre los escritores cristianos primitivos, como por ejemplo san Ireneo, para considerar a Sim贸n el Mago como «padre de los herejes», y en eso debe haber algo de simb贸lico, porque los antagonistas del Mago eran siempre san Pedro y san Pablo, los representantes de la verdad cristiana en la capital del mundo de entonces.

Casi todo lo que sabemos de cierto sobre la existencia posterior de san Pedro, procede de los Hechos de los Ap贸stoles y de algunas alusiones en sus propias Ep铆stolas y en las de San Pablo. Tiene particular importancia el relato sobre la conversi贸n del centuri贸n Cornelio, puesto que, a ra铆z de aquel acontecimiento, surgi贸 el debate sobre la continuaci贸n de la pr谩ctica del rito de la circuncisi贸n y el mantenimiento de la prescripci贸n de la ley jud铆a para no mezclarse con los gentiles ni comer algunos de sus alimentos. Con las instrucciones que recibi贸 en el curso de una visi贸n, san Pedro, tras algunos titubeos, lleg贸 a admitir que la antigua costumbre hab铆a terminado y que la Iglesia fundada por Cristo, iba a ser para los gentiles lo mismo que para los jud铆os. San Pablo le dirigi贸 algunos reproches, como sabemos por la Ep铆stola a los G谩latas (cap. 2), al calificarle de oportunista y falto de coraz贸n por aceptar estrictamente aquellos principios. El incidente parece haber estado en relaci贸n con el congreso de algunos Ap贸stoles y ancianos en el Concilio de Jerusal茅n, pero no se sabe a ciencia cierta si esta reuni贸n fue anterior o posterior a las r茅plicas que san Pablo dirigi贸 a san Pedro en Antioqu铆a. De todas maneras, fue la palabra de Pedro la que inspir贸 las conclusiones que adopt贸 la asamblea de Jerusal茅n (Hech 15). Aquella resoluci贸n dec铆a que los gentiles convertidos al cristianismo, no necesitaban ser circuncidados ni observar la ley de Mois茅s. Por otra parte, a fin de no herir la susceptibilidad de los jud铆os, estos podr铆an abstenerse de la sangre y de comer carne de seres estrangulados, as铆 como se absten铆an de la fornicaci贸n y de los sacrificios a los 铆dolos. Estas decisiones fueron comunicadas a los cristianos de Antioqu铆a y sirvieron para calmar las inquietudes de los numerosos fieles en la gran ciudad.

Es posible, aunque no contemos con datos concretos, que antes del «Concilio de Jerusal茅n» (¿49?), san Pedro hubiese sido, durante dos a帽os o m谩s, el obispo de Antioqu铆a y que tambi茅n hab铆a ido hasta Roma y hab铆a tomado posesi贸n de la que habr铆a de ser su sede permanente. Los Hechos registran un incidente tr谩gico al relatar la s煤bita y violenta persecuci贸n de Herodes Agripa I, posiblemente en el a帽o 43. Se afirma que Herodes «mat贸 a Santiago, el hermano de Juan, con la espada» -茅ste, por supuesto, era Santiago el Mayor, Ap贸stol, cuya fiesta se celebra el 25 de julio (para la distinci贸n de los Santiagos puede leerse el art铆culo de Santiago el menor- y que, despu茅s, procedi贸 a detener tambi茅n a Pedro. Pero mientras tanto «la Iglesia, incesantemente, hac铆a oraci贸n a Dios por 茅l», y Pedro, «no obstante que estaba dormido entre dos guardias, atado a ellos con dos cadenas; y los centinelas a las puertas de la prisi贸n, haciendo guardia», fue puesto en libertad por un 谩ngel, y parti贸 en busca de un refugio seguro, tal vez en Antioqu铆a o quiz谩 en Roma. Desde aquel momento, los Hechos de los Ap贸stoles no vuelven a mencionar a Pedro. La «pasi贸n» de san Pedro tuvo lugar en Roma, durante el reinado de Ner贸n (54-68), pero no existe ning煤n relato escrito sobre el suceso. De acuerdo con una antigua tradici贸n, no comprobada, se encerr贸 a san Pedro en la c谩rcel Mamertina, donde ahora se encuentra la iglesia de San Pietro in Carcere. Tertuliano, quien muri贸 cerca del a帽o 225, dice que el Ap贸stol fue crucificado; por su parte, Eusebio agrega que (un dato que tom贸 del autorizado Or铆genes, muerto en 253), por expreso deseo del anciano Pedro, la cruz fue colocada cabeza abajo. El sitio debe haber sido el acostumbrado: los jardines de Ner贸n, escenario de tantos dramas terribles y gloriosos por aquel entonces.

La tradici贸n que otrora se aceptaba por lo com煤n, de que el pontificado de san Pedro dur贸 veinticinco a帽os, no es probablemente m谩s que una deducci贸n, fundada en datos cronol贸gicos inconsistentes. Tambi茅n hay una hermosa leyenda (en la que se basa la famosa novela de Sinkiewicz) donde se narra que, a instancia de los cristianos de Roma, ansiosos por salvar a su obispo de una muerte segura, parti贸 san Pedro de la ciudad y, en el camino, se encontr贸 al Se帽or que ven铆a en sentido contrario; el Ap贸stol le pregunt贸: «¿Quo vadis, Domine?» (¿A d贸nde vas, Se帽or?), a lo que Jes煤s repuso: «Voy a Roma, para ser crucificado por segunda vez» y, al instante, san Pedro emprendi贸 el regreso a Roma, porque hab铆a comprendido que aquella cruz de que habl贸 el Salvador, le estaba destinada. San Ambrosio fue el primero en relatar esta leyenda, en el curso de su serm贸n contra Auxencio. La coincidencia de algunos puntos del relato con los pensamientos expresados en los vers铆culos 4 y 5 del himno "Apostolorum Passio", explica, como lo indica A. S. Walpole, que se haya atribuido ese poema a san Ambrosio.

No es 茅ste el lugar apropiado para discutir las objeciones que, de tanto en tanto, se han hecho contra el episcopado y el martirio de san Pedro en Roma. Tal vez sea cierto, por otra parte, que ninguno de los investigadores m谩s serios de la actualidad pone en tela de juicio la cuesti贸n, porque consideran que las evidencias de documentos y monumentos, es suficiente y decisiva. Pero s铆 podemos hacer breves referencias sobre numerosos indicios de una antiqu铆sima y vigorosa devoci贸n popular por san Pedro y san Pablo en la Ciudad Eterna. De acuerdo con un punto de vista aceptado por la mayor铆a de los arque贸logos, en el a帽o de 258, los cad谩veres de san Pedro y de san Pablo fueron exhumados de sus respectivas tumbas en la V铆a Ostiense, junto al Vaticano, para sepultarlos en un lugar oculto sobre la V铆a Apia. Las excavaciones que se practicaron entre 1915 y 1922, ten铆an por objeto descubrir ese lugar oculto, o por lo menos algunos vestigios de 茅l, pero las investigaciones no fueron coronadas por el 茅xito. Sin embargo, ah铆 se encontr贸 el agujero o pozo de una «kymbe» de donde se deriv贸 el nombre ahora com煤n de catacumba. El lugar se llam贸 ad catacumbas, debido a que su caracter铆stica m谩s sobresaliente era una serie de tumbas o c谩maras sepulcrales, construidas en el muro del pozo o de la depresi贸n natural del terreno.

Junto a aquellos sepulcros, se encontr贸 el muro de una espaciosa sala abierta por uno de sus lados, que pudo haber sido construida alrededor del a帽o 250. Por las decoraciones del muro y otros detalles, se trataba evidentemente de un lugar para las reuniones de car谩cter comunitario o ceremonial. Hay buenas razones para suponer que aquella sala fue el escenario de las reuniones que hac铆an los cristianos primitivos y que llamaban «谩gapes» (que deriva de la palabra griega «ag谩pe», que significa «amor»). No hay duda posible de que las placas de yeso que estaban adheridas al muro, ten铆an grafiti o escrituras que, con seguridad, datan de la segunda mitad del siglo tercero. Se podr铆a pensar que los miembros de aquel grupo eran personas de mala educaci贸n que se entreten铆an en garabatear sus expresiones piadosas en las paredes, pero lo cierto es que, en todas y cada una de las inscripciones fragmentarias, se pone de manifiesto la devoci贸n por los santos Pedro y Pablo, de una manera o de otra. He aqu铆 algunas muestras:

«PETRO ET PAULO TOMIUS COELIUS REFRIGERIUM FECI»; el refrigerium se llamaba a lo que se ofrec铆a de comer o de beber en aquellas reuniones y de lo que invariablemente se apartaba algo para los cristianos m谩s pobres, de manera que la inscripci贸n podr铆a traducirse as铆: «Yo, Tomius Celius, ofrec铆 un refrigerio en honor de Pedro y Pablo».

«DALMATIUM BOTUM IS PROMISIT REFRIGERIUM», «Por juramento, Dalmacio prometi贸 ofrecer un refrigerio para ellos».

Algunos de los escritos son simples invocaciones:

«PAULE ET PETRE PETITE PRO VICTORE», «Pablo y Pedro, pedid por V铆ctor».

«PETRUS ET PAULUS IN MENTE ABEATIS ANTONIUS BASSUM», «Pedro y Pablo, tened presente a Antonio Basso».

Las inscripciones, c谩ndidas, espont谩neas, y escritas, muchas veces, con graves faltas de ortograf铆a, indican que exist铆a un culto muy acendrado por los santos Pedro y Pablo en aquel lugar. La mayor铆a est谩n escritas en lat铆n y algunas en griego, pero hay muchas frases en lat铆n, escritas con caracteres griegos. Ya dijimos que las placas de yeso estaban rotas y sus inscripciones eran fragmentarias y algunas, ilegibles, pero en ochenta del n煤mero total, aparecen los nombres de los santos Ap贸stoles, a veces el de Pedro primero o viceversa. No hay duda, por lo tanto, de que en la segunda mitad del siglo tercero, de acuerdo, en consecuencia, con una indicaci贸n del calendario Filocaliano (del a帽o 324) que conmemora una traslaci贸n o una fiesta de los dos Ap贸stoles, en el 258, y en las catacumbas, de que exist铆a por aquel entonces y en aquel lugar, una gran devoci贸n por los dos Patronos de Roma.

Ya a principios del siglo tercero afirmaba Cayo, seg煤n cita de Eusebio (Libro III, cap 25,6-7), que el lugar del triunfo de san Pedro se encontraba en la colina del Vaticano; el sitio del martirio de san Pablo se veneraba en la V铆a Ostiense. El padre Delehaye y algunos otros hagi贸grafos distinguidos sostienen que los cuerpos de los dos Ap贸stoles fueron sepultados ah铆 desde un principio, y nadie los ha tocado; otros sugieren que fueron temporalmente sepultados en la V铆a Apia, inmediatamente despu茅s del martirio, hasta que se construyeron sepulcros o santuarios en los mismos lugares de su muerte. En cualquier caso, la inscripci贸n hecha por el papa san D谩maso I (muerto en 384), en un sitio pr贸ximo a San Sebasti谩n, no significa que ah铆 hubiesen estado sepultados los dos Ap贸stoles, sino que era la conmemoraci贸n de alguna fiesta instituida en 258, que por alguna raz贸n se celebraba en las catacumbas.

En fecha posterior a la 茅poca en que se escribi贸 lo anterior, se practicaron excavaciones bajo la bas铆lica de San Pedro. Los resultados de aquellos trabajos, iniciados en 1938, se publicaron profusamente. El sitio y los restos fragmentarios de la tumba del ap贸stol San Pedro, han sido identificados sin lugar a dudas; pero tanto entonces, como ahora, y tal vez para siempre, est谩 en el terreno de las posibilidades la suposici贸n de que los restos humanos hallados en las pr贸ximidades de la tumba sean los de san Pedro. Los descubrimientos en el Vaticano aviviron el inter茅s en los del sitio de san Sebasti谩n; pero, por diversas razones, la teor铆a de que los restos de san Pedro fueron llevados en el a帽o de 258 a las catacumbas y se quedaron ah铆 para siempre, es inadmisible.

Al parecer, la fiesta doble de san Pedro y san Pablo ha sido conmemorada siempre, en Roma, el 29 de junio; Duchesne considera que esta pr谩ctica se remonta, por lo menos, a los tiempos de Constantino; pero en el Oriente esa conmemoraci贸n se asignaba, al principio, al 28 de diciembre. Lo mismo suced铆a en Oxyrhynchus, en Egipto, como atestiguan antiguos papiros, hasta el a帽o 536; pero en Constantinopla y en otras partes del Imperio Romano oriental, la fiesta del 29 de junio se acept贸 poco a poco. En Siria fue a principios del siglo quinto, como lo sabemos por una nota del «Breviario sirio», que dice as铆: «28 de diciembre, en la ciudad de Roma, Pablo, el Ap贸stol y Sim贸n Cefas (Pedro), el jefe de los Ap贸stoles del Se帽or», la fecha era la que se observaba en el Oriente.

Hay, por supuesto, abundant铆sima literatura relacionada con San Pedro, con su vida y sus actos, desde cualquier punto de vista. Los comentaristas de los Evangelios y los Hechos de los Ap贸stoles suministran la enorme mayor铆a de los datos con que se practicaron las posteriores investigaciones. Puede consultarse tambi茅n la complementaria celebraci贸n de «La c谩tedra de san Pedro». Los informes sobre las excavaciones entre 1938 y 1950, fueron publicados en dos vol煤menes de texto y uno de ilustraciones; ver un art铆culo del P. Romanelli, en el Osservatore Romano 19 de diciembre de 1951. Aparecieron numerosos art铆culos en varios idiomas, para hablar sobre el resultado de las excavaciones: ver en el Journal of Rom谩n Studies, vol. XLII (1952). Sobre la persona hist贸rica de Pedro, cualquier comentario b铆blico moderno sobre San Mateo, San Lucas, Hechos... abundar谩 en ello. De todos modos hay que guardarse de confundir la perspectiva: una cosa es que el Papa sea el sucesor de Pedro, y otra que cada cosa que se diga del Papa se afirme simultaneamente de Pedro, o viceversa: indudablemente que la figura institucional del Obispo de Roma, se encuentra fundamentada en la figura de Pedro tal como la transmite el Nuevo Testamento, pero sus atribuciones, el modo de ejercer el primado, etc. han ido variando enormemente en el tiempo, y han tomado diversidad de figuras hist贸ricas, muchas de las cuales es anacr贸nico transportarlas a la 茅poca de la primera Iglesia.

San Pablo

De entre todos los santos cuyos datos nos proporcionan las Sagradas Escrituras, san Pablo es al que se conoce m谩s 铆ntimamente. No s贸lo poseemos un registro exterior de sus hechos, proporcionado por san Lucas en los Hechos de los Ap贸stoles, sino que contamos con las propias revelaciones 铆ntimas de sus cartas que, si bien ten铆an el prop贸sito de beneficiar a los destinatarios, ponen al desnudo su alma. Tambi茅n hay algunas descripciones sobre su aspecto f铆sico (ver 2Corintios 10,10); un documento del siglo segundo, las llamadas «Actas de Pablo y Tecla», dicen que era un hombro de corta estatura, calvo, ligeramente cojo, vigoroso, sin separaci贸n entre las dos cejas, nariz larga, de mirada aguda y atractiva; «a veces parec铆a un hombre y otras se asemejaba a un 谩ngel». Sin transcribir una buena parte del Nuevo Testamento, ser铆a dif铆cil esbozar un retrato fiel del car谩cter y la personalidad del Ap贸stol de los Gentiles; bajo la fecha del 25 de enero se trat贸 la conversi贸n de San Pablo, ahora ha parecido conveniente hacer un resumen de lo que dice san Lucas en los 煤ltimos quince cap铆tulos de los Hechos.

Despu茅s de que Saulo fue derribado en el camino de Damasco por la voz de Cristo y, de encarnizado perseguidor de los cristianos, se transformara en el m谩s fiel de los siervos del Se帽or, se cur贸 de la temporal ceguera que le aquejaba y se retir贸 a «Arabia», donde pas贸 recluido tres a帽os. De regreso a Damasco, comenz贸 a predicar el Evangelio con fervor. Pero la furia de los enemigos de su doctrina creci贸 a tal punto que, para salvar la vida, tuvo que escapar escondido en un cesto que se descolg贸 por la muralla de la ciudad. Se dirigi贸 a Jerusal茅n, donde, l贸gicamente, los cristianos y los mismos Ap贸stoles, a quienes hac铆a poco persegu铆a, le miraban con mucha desconfianza, hasta que el generoso apoyo de Bernab茅 disip贸 sus temores. Pero no pudo quedarse en Jerusal茅n, puesto que el resentimiento de los jud铆os hacia 茅l amenazaba con perderle y, advertido por una visi贸n que tuvo mientras se hallaba en el templo, se refugi贸, durante alg煤n tiempo en Tarso, su ciudad natal. Hasta ah铆 fue Bernab茅 para convencerle de que le acompa帽ase a Antioqu铆a, en Siria, donde los dos predicaron con tanto 茅xito, que pudieron fundar una numerosa comunidad de creyentes que, en aquella ciudad y por vez primera, se conocieron con el nombre de cristianos.

Al cabo de una estad铆a de doce meses, Saulo hizo su segunda visita a Jerusal茅n, en el a帽o 44, junto con Bernab茅, para llevar socorro a los hermanos que sufr铆an de hambre. Ya para entonces, todas las dudas respecto a la sinceridad de Pablo hab铆an quedado disipadas. Despu茅s de regresar a Antioqu铆a y, por inspiraci贸n del Esp铆ritu Santo, 茅l y Bernab茅 recibieron la ordenaci贸n sacerdotal y partieron hacia una jornada de misiones, primero a Chipre y despu茅s al Asia Menor. En Chipre convirtieron al proc贸nsul Sergio Paulo y pusieron en rid铆culo al falso mago y profeta Elimas, por quien el romano se hab铆a dejado enga帽ar. De ah铆 pasaron a Perge y atravesaron las monta帽as del Tauro para arribar a Antioqu铆a de Pisidia; continuaron la marcha para predicar en Iconio y luego en Listra, donde -al sanar milagrosamente a un tullido- se los tom贸 por dioses: Bernab茅 era J煤piter y Pablo, Mercurio, porque era el que hablaba. Pero entre los jud铆os de Listra surgieron los enemigos que provocaron una rebeli贸n contra los predicadores; apedrearon a Pablo (desde su visita a Chipre hab铆a cambiado su nombre de Saulo por el de Pablo) y lo dejaron por muerto. Sin embargo, no lo estaba y, con ayuda de Bernab茅, escaparon para refugiarse en Derbe; a su debido tiempo, continuaron la marcha hacia el ambiente m谩s tranquilo de Antioqu铆a de Siria. En aquella primera expedici贸n transcurrieron unos dos o tres a帽os, puesto que, al parecer, en el a帽o 49, Pablo fue por tercera vez a Jerusal茅n y estuvo presente en la asamblea -comunmente llamada «Concilio de Jerusal茅n», por la que se decidi贸 definitivamente la actitud de la Iglesia Cristiana hacia los gentiles convertidos. Probablemente fue en el invierno entre los a帽os 48 y 49, cuando ocurri贸 en Antioqu铆a, el incidente, registrado en el segundo cap铆tulo de la Ep铆stola a los Galatas, de las reconvenciones hechas a san Pedro por su judaismo conservador.

El lapso entre los a帽os 49 y 52 encontr贸 a san Pablo ocupado en la empresa de su segundo gran viaje. Acompa帽ado por Silas, pas贸 de Derbe a Listra, sin preocuparse por lo que le hab铆a ocurrido ah铆 la primera vez; pero en esta segunda ocasi贸n, fue cordialmente acogido por los fieles agrupados en torno a Timoteo, cuyos familiares moraban en la ciudad; por otra parte, Pablo se mostr贸 m谩s precavido y no dio ocasi贸n a que los jud铆os se irritasen contra 茅l y acept贸 al circunciso Timoteo, cuyo padre era griego, pero por parte de madre era jud铆o. Junto con Timoteo y Silas, continu贸 san Pablo su jornada a trav茅s de Frigia y Galacia, sin dejar de predicar y de fundar iglesias. Sin embargo, no le fue posible avanzar m谩s por la ruta que segu铆a hacia el norte, a causa de una visi贸n que tuvo, en la que se le ordenaba devolverse hacia Macedonia. En consecuencia, parti贸 desde la Tr贸ade. El hecho de que esta parte de los viajes, y algunas otras dentro del mismo libro de Hechos, est谩 narrada en primera persona del plural (partimos, llegamos, viajamos, etc.), llev贸 a la convicci贸n tradicional de que el propio san Lucas formaba parte del grupo de evangelizadores; aunque esto no es un谩nimemente aceptado por los especialistas en Nuevo Testamento, y en la actualidad existe m谩s bien la convicci贸n de que san Lucas est谩 transcribiendo literalmente un diario de viaje al que tuvo acceso, pero que no fue 茅l mismo el compa帽ero de Pablo; esto permite explicar muchas discrepancias entre lo que Pablo dice en sus cartas acerca de s铆 mismo y de sus movimientos, y lo que dice Lucas en Hechos.

En Filipo ocurri贸 el interesante episodio de la joven adivina que, al paso del grupo, comenz贸 a vociferar: «¡Esos hombres son los servidores de Dios Alt铆simo!» A pesar de que aquella proclamaci贸n parec铆a ayudar a la causa de san Pablo, 茅ste se volvi贸 irritado hacia la joven y orden贸 que la abandonase su esp铆ritu de adivinaci贸n. Con aquello, la muchacha qued贸 desprovista de los poderes que la hab铆an hecho famosa y, sus amos, que obten铆an de ello ping眉es ganancias, comenzaron a lamentarse estrepitosamente y acabaron por llevar a Pablo y a Silas ante los magistrados. Los dos misioneros fueron apaleados y arrojados en la prisi贸n, pero muy pronto, quedaron en libertad, por un milagro. No hay necesidad de describir las incidencias en cada una de las etapas de este viaje. La comitiva atraves贸 Macedonia, toc贸 Berea, fue a Atenas y de ah铆 a Corinto. Se relata que, en Atenas, san Pablo pronunci贸 un discurso en el Are贸pago y tuvo ocasi贸n de referirse y hacer comentarios, respecto al altar que se hab铆a erigido ah铆, «al dios desconocido». En Corinto sus pr茅dicas causaron profunda impresi贸n y se dice que permaneci贸 ah铆 durante un a帽o y seis meses. Parece que, en el a帽o 52, san Pablo parti贸 de Corinto para hacer su cuarta visita a Jerusal茅n, posiblemente para estar presente en las fiestas de Pentecost茅s; sin embargo, su estancia fue breve, puesto que, muy pronto, le volvemos a encontrar en Antioqu铆a.

Su tercer viaje abarc贸 dos a帽os entre el 52 y el 56. Luego de atravesar Galacia, la provincia romana de «Asia», Macedonia y Acaya, retrocedi贸 camino hacia Macedonia donde se embarc贸 para hacer una quinta visita a Jerusal茅n. Es posible que, durante este per铆odo, pasara tres inviernos en Efeso y fue ah铆 donde ocurri贸 el tumultuoso disturbio creado por Demetrio, el platero y tallador, cuando las pr茅dicas de Pablo arruinaron los lucrativos negocios de los mercaderes en la compra y venta de las im谩genes de la diosa Diana. Asimismo, se relata la forma indignada con que le recibieron los ancianos en Jerusal茅n y la conmoci贸n popular que se produjo, cuando el Ap贸stol hizo una visita al Templo. Ah铆 fue detenido, maltratado y cargado de cadenas, pero tuvo oportunidad de defenderse brillantemente ante el tribunal. La investigaci贸n oficial qued贸 en suspenso y el reo fue enviado a Ces谩rea, porque se descubri贸 la conspiraci贸n de cuarenta jud铆os que hab铆an jurado «no comer ni beber, hasta que Pablo estuviese muerto». Su cautiverio en Ces谩rea dur贸 dos a帽os, los mismos que gobernaron el distrito los proc贸nsules F茅lix y Festo, mientras que el proceso judicial aguardaba, en vista de que los gobernadores no pod铆an encontrar prueba alguna de que el reo hubiese cometido un delito merecedor de castigo y, por otra parte, no quer铆an hacer frente a las protestas y violencias populares, si declaraban inocente al reo odiado por los jud铆os. Entretanto, Pablo «apel贸 al C茅sar»; en otras palabras, exigi贸, valido en sus derechos de ciudadano romano, que su causa fuese vista por el propio Emperador. Por lo tanto, el prisionero, bajo la vigilancia del centuri贸n Julio, fue enviado a Myra y trasportado de ah铆 a Creta, en un barco alejandrino con un cargamento de trigo. Aquella nave, sorprendida por un hurac谩n, naufrag贸 frente a las costas de Malta. Tras largas demoras, san Pablo fue embarcado en otra nave que lo condujo al puerto de Puteoli y, de ah铆, se traslad贸 por tierra a Roma. El libro de los Hechos lo abandona en este punto, en espera de su proceso ante Ner贸n.

Desde entonces, los movimientos y la historia del gran ap贸stol son muy inciertos. ¿Fue declarado inocente luego de dos a帽os de proceso, y dejado en libertad hasta ser de nuevo apresado y haber muerto en el 67? ¿viaj贸 a Espa帽a en ese 铆nterin, como era su deseo (Rom 15,24)? ¿permaneci贸 cautivo m谩s de dos a帽os, hasta su muerte? ¿hubo un cuarto viaje misionero a Macedonia, hacia el 65? El final de Hechos de los Ap贸stoles deja todo esto abierto:«Pablo permaneci贸 dos a帽os enteros en una casa que hab铆a alquilado y recib铆a a todos los que acud铆an a 茅l; predicaba el Reino de Dios y ense帽aba lo referente al Se帽or Jesucristo con toda valent铆a, sin estorbo alguno.» (Hechos 28, final). Pero est谩 claro que Hechos no es un relato biogr谩fico de las personas y las acciones de los Ap贸stoles, sino un «relato de tesis», en el que se quiere demostrar por qu茅 maneras y caminos el Esp铆ritu fue conduciendo a la Iglesia «hasta los confines del mundo», como lo pide Jes煤s al inicio del libro; as铆 que, llegado a Roma, s铆mbolo del «conf铆n del mundo», el libro se detiene all铆, sin piedad para con nuestra curiosidad hist贸rica, insatisfecha para siempre.
En todo momento de su obra (Lucas-Hechos) san Lucas intenta no mostrar enemistad hacia el mundo pagano, m谩s culpable -en su perspectiva- por ignorancia que por maldad, as铆 que si ese mundo pagano hubiera liberado a Pablo luego de un juicio, habr铆a sido una buena ocasi贸n para consignarlo, en cambio si no cuenta nada sobre c贸mo termin贸 el juicio para el que Pablo fue a Roma, es porque posiblemente result贸 condenado a muerte. Este argumento es «ex silentio», es decir, «por lo que el autor call贸», y por tanto es un argumento que hay que utilizar con prudencia: verdaderamente no sabemos lo que ocurri贸 con san Pablo luego de esos dos a帽os de los que habla Hechos, pero la hip贸tesis de que result贸 condenado es, seg煤n se entiende en la actualidad, de las m谩s plausibles.

Frente a esto, est谩 que las cartas llamadas «Pastorales» (1-2Timoteo, Tito) reflejan una estructura de Iglesia bastante posterior a esa fecha del 62-64 en la que se podr铆a colocar la muerte del Ap贸stol. En menor medida, lo mismo pasa con las ep铆stolas a los Colosenses y a los Efesios, que reflejan ideas sobre la Iglesia que suponen un desarrollo de varios a帽os con respecto al pensamiento que san Pablo expresaba en Carta a los Romanos. Para que san Pablo pueda ser autor de todo ello, hay que retrasar la muerte lo m谩s posible, no tan cercano al inicio de la d茅cada del 60. Sin embargo en la actualidad se aprecia mucho mejor la «pseudoepigraf铆a», es decir, la costumbre que hab铆a en la antig眉edad de poner a un escrito la firma de un gran personaje, sin que materialmente lo haya 茅l escrito o inspirado, para indicar que la doctrina all铆 contenida est谩 en la l铆nea de ese personaje. Conocemos escritos pseudoepigr谩ficos de muchos escritores antiguos, e incluso en la autor铆a b铆blica (por ejemplo en Isa铆as, Jerem铆as o Salmos) el atribuir todo a un mismo «gran personaje» es algo normal. Es posible que la autor铆a paulina de las cartas mencionadas sea una ficci贸n pseudoepigr谩fica, para destacar la 铆ntima conexi贸n de esas cartas con el pensamiento de san Pablo; ficci贸n que no tiene ning煤n prop贸sito de enga帽o, del momento en que para los destinatarios de las cartas habr铆a sido claro que san Pablo hab铆a muerto hac铆a tiempo. Incluso es posible que en esas cartas se hayan conservado fragmentos que s铆 puedan provenir de mucho antes, de 茅poca del propio Pablo (ver para todo esto, la introducci贸n al art铆culo de los santos Timoteo y Tito).

Parece probable, entonces, que fue procesado en Roma, tras un largo encarcelamiento y, condenado -quiz谩s junto con san Pedro, quiz谩s en el contexto de los mismos a帽os, sin que sea necesariamente junto a 茅l-. Lo que s铆 puede asegurarse es que, en su calidad de ciudadano romano, la forma de la ejecuci贸n ten铆a que ser distinta a la de Pedro. La tradici贸n firmemente arraigada y, al parecer, digna de confianza, dice que le cortaron la cabeza, en un punto de la V铆a Ostiense llamado Aquae Salviae (la actual Tre Fontane), cerca del sitio donde hoy se levanta la bas铆lica de San Pablo Extramuros y donde se venera la tumba del Ap贸stol. Es creencia com煤n que san Pablo fue ejecutado el mismo d铆a y el mismo a帽o que San Pedro, pero no hay pruebas ciertas sobre ello. Aunque las cartas a Timoteo sean posteriores a san Pablo, la segunda refleja muy acertadamente lo que habr谩n sido los sentimientos del Ap贸stol ante el Testimonio que le tocaba dar: «Porque yo estoy a punto de ser derramado en libaci贸n y el momento de mi partida es inminente. He competido en la noble competici贸n, he llegado a la meta en la carrera, he conservado la fe. Y desde ahora me aguarda la corona de la justicia que aquel D铆a me entregar谩 el Se帽or, el justo Juez; y no solamente a m铆, sino tambi茅n a todos los que hayan esperado con amor su Manifestaci贸n.» (2Tim 4,6-8).

Tambi茅n en el caso de San Pablo hay abundante literatura que ser铆a imposible considerar en detalle. Cualquier comentario al Nuevo Testamento incluye, necesariamente, alg煤n trabajo sobre la vida y la teolog铆a de san Pablo, tan implicadas una con la otra. Hay que tener de todos modos cierto cuidado con las «vidas» populares de san Pablo, porque suelen querer armonizar todo con todo, la muerte temprana con la autor铆a de las pastorales, para decirlo con un ejemplo, y terminan produciendo una confusi贸n indiscernible. Est谩 claro que el pensamiento de san Pablo fue completamente decisivo en la fe cristiana, y fue el medio del que se vali贸 la Providencia divina para romper el cerco judaizante en el que los primeros ap贸stoles, incluyendo a san Pedro, parec铆an encerrarse.

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